Fabián Juárez
25 de Noviembre, 2019
Si nos preguntaran: ¿Cuáles son los principales productos que le ofrece Guatemala al mundo? ¿Qué responderían? Muchos probablemente diríamos café, ron o azúcar. ¿Se diferencian realmente nuestros productos de los que se ofrecen en el mercado internacional? Guatemala continúa produciendo materias primas para los países desarrollados, lo que limita nuestro crecimiento económico y nos mantiene al margen de las economías desarrolladas.
Según el Banco de Guatemala[1], los cuatro principales productos de exportación del 2018 fueron: los artículos de vestuario (13.2 %), banano (7.4 %), café (6.2 %) y azúcar (5.7 %). Muchos de estos productos nos dejan márgenes de ganancia mínimos y se limitan a ser materias primas para la elaboración de bienes finales en el extranjero.
Mientras que países desarrollados ofrecen al mundo bienes manufacturados como automóviles, medicamentos y computadoras. Guatemala y otros países de tercer mundo, se limitan a exportar las materias primas que estos países necesitan para sus bienes manufacturados. Y si se comparan los márgenes de ganancia de los bienes manufacturados contra los de los bienes básicos, nos damos cuenta de que la elaboración de bienes manufacturados, permite al productor obtener mayores ganancias.
Teniendo una gran riqueza natural, nos limitamos a extraerla y exportarla para que alguien más se enriquezca con ella. Como ejemplo, muchos de los mejores cafés guatemaltecos son tostados y molidos en el extranjero. Quiénes se quedan con el mayor margen de ganancia de nuestro café, no somos nosotros, sino quienes lo procesan y lo venden al consumidor final. Mientras tanto, nuestros productores se limitan con recibir el 3 % del precio de cada taza de café[2]. Mucho de nuestro café es exportando en su estado básico, no le agregamos valor ni lo procesamos más allá del despulpado y trillado. ¿En serio vale la pena producir uno de los mejores cafés del mundo si no vamos a recibir una ganancia por ello?
La abundancia de recursos naturales es una maldición y bendición a la vez. En Guatemala, es la primera. La producción de bienes básicos (commodities) retrasó nuestra producción de bienes manufacturados en vez de incentivarla. Y no ha sido solo nuestra culpa, en el pasado, las potencias extranjeras utilizaron sus colonias y a los países en desarrollo, para abastecerse de materias primas a bajo costo, mientras que ellos daban el salto a la industrialización. En Guatemala esto se mantuvo por muchos años. Llegamos a nuestro apogeo como país agricultor con la llegada de la United Fruit Company al país, en donde nos ganamos el título de República Bananera, título que eventualmente acogimos con orgullo.
Nos rendimos ante la pereza y adoptamos nuestro rol como país agricultor, al punto de que lo incorporamos en nuestra economía y abandonamos la búsqueda de nuevas actividades productivas. Nos quedamos con lo que creímos, sabíamos hacer bien y nos olvidamos de ver hacia adelante.
La realidad es que ni siquiera somos buenos para producir bienes agrícolas. Mientras que, en países como Vietnam y Estados Unidos, la agricultura se hace en su mayoría con maquinaria automatizada, en Guatemala este no es el caso. El uso intensivo de mano de obra incrementa los costos de producción y reduce las pocas ganancias que se perciben de estos bienes. Sumado a esto, la agroindustria debe de aprovechar las economías de escala para reducir costos, cosa que en algunas industrias de Guatemala no es posible por el hecho de que la producción se distribuye en muchos pequeños productores.
“Pero al menos brinda trabajo” dirán algunos. Según la ENCOVI 2014, 34 % de la población económicamente activa se emplea en la agricultura. Sin embargo, debemos preguntarnos en qué condiciones y a costa de qué se brinda este empleo. El sector de agricultura tiene los salarios más bajos en comparación a las demás industrias[3], no fomenta la educación y capacitación y limita la transición de los empleados a otras actividades productivas.
Cuando el famoso economista Milton Friedman fue llevado como consultor a un proyecto de construcción, en donde se utilizaba en su mayoría mano de obra, preguntó por qué no utilizaban maquinaria. A lo que le respondieron que era un proyecto para crear empleos. La respuesta de Friedman fue la siguiente: “¿Entonces por qué no les dan cucharas en vez de palas?” La generación de empleo, no es un argumento suficientemente fuerte para sostener la afirmación de que debemos seguir con la agricultura, ya que esta generación esconde un costo de oportunidad importante y además absorbe los escasos recursos del Estado (por medio de fideicomisos, exenciones fiscales, etc.). Por otro lado, los salarios en otras actividades productivas son más altos y permiten la diversificación laboral en distintas áreas.
El hecho de que la mayoría de los productos que ofrecemos al extranjero sean materias primas procedentes de la agricultura, es preocupante y malo para nuestro desarrollo. Imaginémonos ser reconocidos por un producto que no solo sea reconocido a nivel mundial sino que fomente el desarrollo y mejores condiciones de vida en nuestro país. O imaginémonos ser el centro tecnológico de Centroamérica. Tal como un automóvil alemán o un reloj suizo, Guatemala tiene la riqueza natural y la capacidad para desarrollar algo mejor. Somos más que un país agricultor. Debemos plantearnos el enfoque que le daremos a nuestro sector productivo. Esto presentará un reto muy grande, pero si soñamos con una Guatemala de primer mundo, este debe de ser una de nuestras prioridades de desarrollo.
[1] http://www.banguat.gob.gt/inc/ver.asp?id=/estaeco/comercio/sercom/2_POR_PRODUCTO/X_PROD_1994_2018.htm&e=143913
[2] http://bit.ly/2tcaVf5
[3] https://www.banguat.gob.gt/inc/ver.asp?id=estaeco/sr/sr109&e=549
El autor trabaja como investigador en la Asociación de Investigación y Estudios Sociales y como activista en diversos proyectos de Guate Activa.